En el aula de psicomotricidad se propone a los alumnos jugar a la gallinita ciega.
La profesora les explica en qué consiste el juego.
La gallinita ciega debe atrapar a uno de los que está a su alrededor y adivinar quién es.
Si al tercer intento no lo consigue vuelve a “parar”. Si lo adivina, quién ha sido “pillado” es la gallinita ciega en el próximo juego.
Tras jugar unas cuantas veces, nos sentamos en círculo y preguntamos a los que han hecho de gallinita ciega qué han tenido que hacer para adivinar quién era el niño o niña que han atrapado:
Tras jugar unas cuantas veces, nos sentamos en círculo y preguntamos a los que han hecho de gallinita ciega qué han tenido que hacer para adivinar quién era el niño o niña que han atrapado:
Después de este diálogo, por motivos de horario, nos vamos a nuestra aula y allí continuamos el diálogo con la evaluación figuroanalógica de la sesión.
Para ello he utilizado el dibujo de una cara sonriente y una triste. He presentado las caras y el criterio que cada una representa:
En esta sesión pretendía desarrollar las habilidades de investigación, ya que éstas son un eje transversal en todas las etapas educativas. El formular hipótesis, buscar alternativas,
anticipar consecuencias y prever posibilidades, contribuye al desarrollo de las capacidades. Para ello, pensé realizar una actividad en la que los niños y las niñas tuvieran que poner en práctica la capacidad de adivinar, puesto que esto implica observación, agilidad mental, asociación de ideas, discriminación, etc. Y que mejor que a través del juego. El juego es un recurso en sí mismo.
El juego de la gallinita ciega resultó muy motivador y desconocido para ellos. Cómo todos querían ser gallinita se acercaban demasiado a ella y decían el nombre del niño atrapado. Por este motivo, tuve que hacer una ligera modificación para que el juego no fracasara, que la gallinita buscara un niño o niña del corro.